Cineasta y artista, Michèle Stephenson parte de sus raíces panameñas y haitianas para experimentar con los recursos narrativos audiovisuales y desarticular el imaginario en espacios de no-ficción. Sus películas cuentan historias creadas por, para y sobre comunidades de color que generan interrogantes en el espectador, como American Promise (2013), que documenta las historias de dos familias africanas en Estados Unidos en un lapso de 13 años; el filme ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Sundance. Stateless (2020), su más reciente documental, explora la carencia de patria en el conflicto histórico entre Haití y República Dominicana.
Tras un decreto de 2013 del Tribunal Supremo de la República Dominicana, 200,000 personas de ascendencia haitiana fueron despojadas de su ciudadanía, resucitando un legado de violencia estatal y opresión racial que desde el principio nunca estuvo realmente resuelto. Con gran lucidez y compasión, Stateless, de Michèle Stephenson, explora las consecuencias de esta sentencia y su impacto actual. La película sigue a la tenaz abogada Rosa Iris, que se enfrenta a la laberíntica burocracia gubernamental en busca de justicia y estatus para aquellos afectados por la sentencia, incluyendo a su propio primo, Teófilo. Estos esfuerzos se yuxtaponen astutamente a los de la nacionalista dominicana Gladys Feliz, con un telón de fondo de la candente retórica del entonces presidente Danilo Medina. Estilísticamente, Stateless logra un balance magistral entre el rigor periodístico, el estudio íntimo de los personajes y una sensibilidad poética arraigada en una seriedad elemental. Hay una aguda sensibilidad hacia el trauma de los desfavorecidos, pero no ofrece soluciones fáciles. En el fondo, Stateless es un duro recordatorio de que el poder acaparado por unos pocos mercenarios podría ser una amenaza para todos nosotros, tanto si se esconde a plena vista como si está a la espera de irrumpir con el frío trazo de la pluma de un burócrata. Reseña por: Jim Kolmar
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