Hay una simplicidad seductora en el corazón de 200 Meters, un sorprendente debut en el largometraje de Ameen Nayfeh, que revela sus capas con gran seguridad y paciencia. Mustafá, brillantemente interpretado por Ali Suliman, es un padre y marido palestino, separado de su familia en Cisjordania, a sólo 200 metros. Ante la imposibilidad de cruzar el muro, se ve obligado a emprender un tortuoso viaje tras enterarse de que su hijo ha sido hospitalizado. El subsecuente desarrollo de los acontecimientos está bellamente organizado; y la película pasa de ser un drama íntimo a un viaje por carretera, y acaba adoptando un tenor de thriller discreto y apasionante. Es una jugada audaz y sorprendente: inclusive con un guiño cauteloso a elementos del género, la película de Nayfeh nunca se desvía de lo personal. Se toma el tiempo de encontrar situaciones de desarmante alegría cotidiana: un meme que se vislumbra en un teléfono, un beso robado en la cocina o una sesión de baile improvisada con los compañeros de trabajo. Estos momentos amplían diestramente las complejidades y los matices de la vida bajo un régimen -un estado de perpetua ambigüedad sin una catarsis sencilla. Esta película, incisiva y sutilmente metafórica, se adentra en esta sensación de realidad suspendida con una agudeza emocionante y la comprensión de que la persistencia nacida del amor rara vez puede ser limitada. Reseña por: Jim Kolmar